Amor y Odio

A esta altura supongo que es obvio que adoro cocinar. Pero también lo odio. Un odio visceral, de una magnitud casi proporcional a mi amor. Ambas fuerzas lejos de anularse una a otra se suceden, se mezclan, casi diría que una mueve a la otra y viceversa. Mi odio: uno va hasta el barrio chino especialmente a comprar pulpo. Lo pone en el freezer pero piensa en el toda la semana. Sabe que dos días antes del evento tiene que descongelarlo, cocinarlo durante una hora y prensarlo dentro de una botella de plástico. Como uno tiene poco tiempo lucha contra el animal y sus tentáculos el jueves hasta las dos de la mañana. El día sábado lo pone en el freezer, así que mientras cocina otras cosas la mitad de su cabeza piensa: ¿Estará ya frío? ¿No se congelara? Y uno tiene suerte, no se congelo, y uno logra cortarlo en finas laminas con mas esmero que sabiduría. Llegado el momento busco una linda fuente, presento el pulpo, dispongo las hojas de rucula que limpie y mantuve dentro de la centrifugadora dentro de la heladera porque se que por arte de algún conjuro eso hace que las hojas estén firmes y crocantes. Coloco las aceitunas negras que descaroce y marine en aceite de oliva. Y, momento fatídico, causa de mi odio y desazón, preparo la vinagreta, con limones recién cortados para que el sabor no se malogre. Y se malogra, tengo tres limones, pero mucho pulpo que cubrir, así que estiro poniendo un poco mas de oliva. Y me equivoco, el gusto del limón se pierde, la vinagreta sufre de falta de espíritu. No tiene alma. Ya son las 22 así que difícilmente consiga limones, a menos que me los traiga papa Noel. Y uso esa vinagreta y el plato no esta mal, sigue teniendo una presentación impecable, y todo el mundo se acerca para felicitarnos y preguntar: ¿Lo hiciste vos? (Si,maldición, lo hice yo). Y quizás sea cierto que los demás no lo notan, pero yo si, y por supuesto eso es mas que suficiente. Odio. Profundo. Visceral. Maldito pulpo. Pero lo que va a pasar, lo se, es que con la sangre en el ojo en un par de meses voy a volver al barrio chino, voy a comprar otro pulpo, y no voy a parar hasta que salga perfecto. Y es así como el amor lleva al odio y el odio motoriza al amor.